martes, 29 de marzo de 2011

Earthquake, tsunami and nuclear disaster in Japan.

ANTES DE LA CATÁSTROFE.

Las fuerzas de la Tierra 

Una de las religiones mayoritarias japonesas, conocida como Sintoísmo, tiene entre sus doctrinas la de ser conscientes de que, en cualquier momento, las fuerzas de la naturaleza se pueden volver contra ellos y por ello viven sabiendo que ese “gran” terremoto o la “gran” catástrofe puede llegar.

Y de hecho, si el pasado once de marzo estas fuerzas que han castigado a Japón, no fueron las primera. Una de las veces más severas fue el uno de septiembre de 1923, cuando el terremoto en Kanto, de 7.8 de magnitud, se cobró la vida de al menos 105.385 personas, dejó 37.000 desaparecidos y casi dos millones de damnificados.
Catástrofes así han hecho que los japoneses sepan que ese temblor no va a ser el último. La explicación, además de la religiosa, reside en que sus placas tectónicas pueden manifestarse en cualquier momento ya que Japón forma parte del llamado Anillo o Círculo de Fuego del Pacífico.
Por ello, cerca del 90% de los seísmos se dan en esta zona y aproximadamente un 20% de ellos ocurren en Japón.
Además, en el caso de Tokio, hay que sumarle el hecho de que se encuentra ubicado cerca de una falla bajo la península de Izu que, de promedio, causa un gran terremoto cada 70 años.

Técnicas preventivas

Esto ha hecho que los japoneses sepan actuar ante temblores y que desde el uno de septiembre de 1960 celebren el “Día de la Prevención de Desastres” para conmemorar aquel terremoto de 1923 y concienciar sobre mecanismos preventivos.
Dentro de estos mecanismos están también algunos que se engloban en la tradición como el comportamiento extraño de los animales antes de un terremoto. Pero la sociedad japonesa también ha creado utensilios propios para la minimizar los efectos de un temblor como aparatos para los muebles del estilo de poleas que previenen su caída, cinturones de seguridad de plástico que los sujetan más fijamente… todo lo que, en un momento determinado, haga que los efectos nocivos sean los mínimos.
Además, las edificaciones se llevan a cabo bajo estrictas normas de seguridad que han hecho que sean de los más seguros del mundo y que, en casos como el del pasado 11 de marzo, resistan lo máximo posible.
Pese a todo, y bajo esa conciencia de que el "gran" terremoto puede llegar, la cultura japonesa también es consciente, de la otra cara que les ha regalado esos "espíritus" de la naturaleza como su simbólico monte Fuji, su ciudad balneario en Beppu o su ciudad Ciudad del Mar de Oita, un inmenso acuario.

TERREMOTO Y TSUNAMI
Un devastador terremoto de 8,9 grados de magnitud en la escala de Richter, seguido de un fuerte tsunami, ha causado este viernes cientos de muertos y al menos 350 desaparecidos en el este de Japón, un país acostumbrado a los temblores pero que nunca había visto nada semejante.
Entre doscientos y trescientos cadáveres fueron hallados en áreas costeras de la ciudad oriental de Sendái, donde muchas zonas residenciales quedaron anegadas a causa de un tsunami que, con olas de hasta 10 metros, ha arrastrado docenas de vehículos y viviendas, según la policía local.
Sin embargo, según el Ministerio de Defensa la cifra podría elevarse a más de mil personas porque hay unas 1.800 viviendas destruidas en Minamisoma, en la prefectura de Fukushima, según ha informado la agencia de noticias Kiodo. No obstante, según el último cómputo oficial, al menos 133 personas murieron y otras 531 desaparecieron por el terremoto, el más fuerte sufrido nunca en Japón, si bien se espera que el número de víctimas siga aumentando con el paso de las horas. De hecho,  según la agencia local Kyodo mil personas podrían haber muerto y la cifra de desaparecidos, según la agencia oficial de noticias japonesa, es de al menos 531.
Desde el ministerio de Defensa afirman que cerca de 1.800 viviendas en la provincia oriental de Fukushima han quedado destruidas, por lo que la cifra final de fallecidos puede superar el millar, según Kyodo.
Riesgo de fuga nuclear en la central de Fukushima
El Gobierno ha enviado unos 8.000 militares para las labores de rescate a las áreas afectadas, además de un equipo a las inmediaciones de la central nuclear de Fukushima, cuyo sistema de ventilación se ha visto dañado por el seísmo. Según la operadora Tokyo Electric Power, el nivel de radiación y de presión se está incrementando en uno de los edificios que alberga la turbina de uno de los reactores nucleares.
De hecho, podría estar soportando una presión superior a la que podría en 2,1 puntos, según ha señalado Reuters citando a un ministro japonés. Cerca de 2.000 personas que residían en un radio de dos kilómetros de la central fueron evacuadas a petición de las autoridades locales, lo que ha llevado al Gobierno a enviar un avión con militares para controlar esas instalaciones.
Además, el temblor ha paralizado la actividad de otras diez centrales. De este modo, tal y como dicta el protocolo nipón en estos casos, ha decretado el estado de emergencia de energía nuclear.

Labores de rescate
El Ministerio de Defensa ha organizado una fuerza conjunta con los militares de EEUU desplegados en Japón para afrontar de forma coordinada las labores de rescate, para las que ya hay preparados 300 aviones y 40 buques. Ya entrada la noche, las labores de emergencia eran especialmente intensas en las provincias de Miyagi e Iwate, dos de las más afectadas por el seísmo, que tuvo su epicentro en el Océano Pacífico, a 130 kilómetros de la costa y 20 kilómetros de profundidad.
El seísmo ha paralizado temporalmente el transporte en gran parte de Japón, ha suspendido el servicio de tren bala o Shinkansen y ha cerrado los dos aeropuertos de Tokio, si bien algunos servicios ya han sido parcialmente restablecidos.
Tokio, la mayor ciudad del mundo con más de 30 millones de habitantes en toda su área metropolitana, tembló con fuerza a las 14.46 hora local (6.46 hora española) por un seísmo que se produjo en el Océano Pacífico, a 20 kilómetros de profundidad y 130 kilómetros de la costa. Imágenes de televisión muestran un enorme muro de agua arrastrando escombros e incluso incendios en una zona agrícola costera cerca de la ciudad de Sendai y la cadena pública NHK ha mostrado llamas y humo negro saliendo desde un edificio en Odaiba, un suburbio de Tokio.
También se ve humo elevándose sobre una zona industrial en el área de Isogo, en Yokohama. En  Kamaichi, en el norte del país, hay  embarcaciones, coches y camiones en el agua después de que un pequeño tsunami golpeara la ciudad. Un paso elevado parece haberse derrumbado.
La agencia de noticias Kyodo dijo que había informaciones de incendios en Sendai, donde el aeropuerto ha quedado totalmente inundado y las olas arrastran los coches de la autopista. La prefectura de Wakayama ordenó la evacuación de 20.000 personas después de emitirse alertas de tsunami.
Muchos edificios se tambalearon y la gente salió a las calles asustada, mientras miles de personas se vieron obligados a pasar la noche en refugios o en sus oficinas debido a que no funcionaba el transporte.

PROBLEMAS NUCLEARES
"Esto es territorio desconocido. Hay 50 por ciento de posibilidades de que pierdan los seis reactores y sus estanques de almacenamiento", dijo Jan Beyea, físico nuclear en la firma consultora estadounidense Consulting in the Public Interest.
"Estoy sorprendido de que la situación no se haya agravado más rápido… Pero si no hay avances será cuestión de días antes de que el combustible usado se derrita", dijo Ed Lyman, físico en la Unión de Científicos Comprometidos y experto en diseño de plantas nucleares.
La central de Fukushima Daiichi, en el oriente de Japón, fue dañada por un poderoso terremoto y un tsunami el 11 de este mes.
Se calcula que hay unas 1.700 toneladas de combustible atómico usado pero todavía peligroso en los estanques de almacenamiento cercanos a los seis reactores, según Kevin Kamps, especialista en desechos radiactivos de la organización ambientalista estadounidense Beyond Nuclear.
Los estanques mantienen desde hace 30 o 35 años combustible usado en los reactores número tres y cuatro, pero han perdido capacidad de contención y la mayor parte, si no toda, de su agua refrigerante. Podrían incendiarse, lanzando partículas radiactivas a la atmósfera, dijo Kamps a IPS.
El jueves, helicópteros militares japoneses protegidos con plomo lanzaron agua de mar sobre los reactores tres y cuatro, en un desesperado esfuerzo por enfriarlos.
Si parte del combustible gastado se incendia y propaga, enormes áreas de Japón "podrían quedar contaminadas con Cesio-137 por 30 o 50 años", dijo Beyea a IPS.
El Cesio-137 permanece radiactivo por más de cien años. Es una conocida fuente de cáncer y tiene otros impactos en la salud. Una vez liberado, es muy difícil de controlar. El cesio es la razón por la cual gran parte de la región donde se produjo la explosión de Chernóbil, en lo que hoy es Ucrania, sigue siendo inhabitable 25 años después.
Un estudio se salud efectuado en 2010 por la estadounidense Universidad de Carolina del Sur mostró que los niños y niñas que nacieron luego del desastre, incluso a más de 75 kilómetros de distancia, tenían problemas crónicos en sus pulmones debido a la presencia de Celsio-137 en las partículas de polvo y en el suelo.
"Las partículas de cesio fueron desparramadas cientos de millas durante el fuego intenso de Chernóbil", explicó Kamp.
En comparación, Chernóbil tenía en total 180 toneladas de combustible nuclear, mientras que Fukushima Daiichi cuenta con 560 toneladas en sus reactores, más 1.700 de combustible gastado.
"La industria nuclear de Japón y de Estados Unidos sabían que la pérdida de refrigerante en los estanques de almacenamiento de combustible usado constituiría un grave problema, pero simplemente dijeron que nada pasaría", señaló Beyea, coautor de un estudio en 2004 sobre este mismo tema para el Consejo Nacional de Investigaciones de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense.
Al haber trabajado en la industria, Beyea dijo estar convencido de que ésta es administrada por ingenieros demasiado confiados en sí mismos que minimizan o ignoran la probabilidad de desastres.
Los reactores nucleares generan enormes cantidades de calor, y deben ser constantemente enfriados para impedir que el contenedor del combustible entre en llamas y que éste se derrita.
Ya que una reacción nuclear no se puede apagar, cuando el combustible usado es sacado de un reactor aún continúa generando gran cantidad de calor y debe ser enfriado bajo agua durante entre cinco y veinte años.
Todos los reactores tienen estanques de almacenamiento con gruesas paredes reforzadas de concreto, ubica
dos a unos 15 metros de profundidad, conteniendo unos 1,5 millones de litros de agua. Esta agua pronto se calienta y debe ser constantemente reemplazada por otra fría.
La pérdida de electricidad y las fallas de los generadores de respaldo en Fukushima Daiichi limitaron el flujo de agua a los estanques de almacenamiento y los reactores.
Los niveles de radiación dentro de la planta ahora han subido tanto que es peligroso para los trabajadores seguir allí bombeando agua marina.
Lo habitual es usar agua potable, porque el agua marina contiene sales que a la postre degradan los metales. Pero ésta es una emergencia.
La radiación alcanza niveles mortales cuando no hay suficiente agua para cubrir un estanque de almacenamiento, explicó Kamps.
"Será muy difícil acercarse lo suficiente para enfriar los estanques", admitió. "Si lo peor sucede, y se incendian los seis estanques, será un desastre inimaginable. Podría ser peor que Chernóbil", alertó.
La cantidad de cesio que podría ser liberada en Fukushima es muchos miles de veces más que la propagada por la bomba sobre Hiroshima en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), reconoció Beyea.
"Japón afronta enormes impactos potenciales en su economía, su sociedad y la salud de su pueblo", dijo, añadiendo que estos podrían durar décadas.
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El terremoto de 8,8 que ha devastado Japón, ha arrasado pueblos enteros y se ha cobrado la vida de una cifra de personas que podría superar el millar, también ha generado una alerta nuclear que ha puesto en jaque la que es una rica fuente para el país: la energía nuclear.
De hecho, la explosión registrada en la planta nuclear de Fukushima ha reabierto el debate de hasta qué punto es conveniente o no que un país con una elevadísima actividad sísmica como Japón construya plantas nucleares o que lo haga en las zonas más propensas a padecer sismos.

La importancia de lo nuclear para Japón

La experiencia de accidentes pasados como el de Chernóbil (Ucrania) en el año 1986 ha hecho que se temiera lo peor ante el estallido de la planta y el riesgo a que se generara una filtración radiactiva.
Pero, pese a los riesgos, Japón insiste: están preparados para los movimientos de la Tierra. Es más, según el ministro portavoz, Yukio Edano, el origen del accidente ha sido una reacción química de oxígeno e hidrógeno, y no un fallo en los reactores y, por ello, ha minimizado la posibilidad de una fuga al insistir en que el depósito de acero que recubre el reactor no había resultado dañado.
Esta defensa forma parte de la de un país que es consciente de que aproximadamente el 30% de su electricidad depende de lo nuclear y, en la actualidad, cuenta con 55 reactores operando y otros dos en construcción. De hecho, junto a Francia y Estados Unidos suma casi la mitad de los reactores que existen en el mundo.
Todos ellos, bajo la evidencia de que la actividad sísmica forma parte de la vida cotidiana japonesa, han sido adaptados para que el pasado no vuelva a convertirse en una realidad y estemos ante otro gran accidente que se sume a la desgracia del terremoto y el posterior tsunami.
Prueba de ello es, según ha informado el Ministerio de Industria japonés, que en las cuatro centrales más próximas al lugar donde se había producido el seísmo, la de Onagawa, Fukushima 1, Fukhusima 2 y Tokai 2, se habían cerrado automáticamente los once reactores nucleares de forma segura y sin que produjeran fugas radiactivas.
Esto es el resultado de que Japón, así como otros muchos países, haya diseñado sus centrales para soportar terremotos y movimientos de tierra de forma segura.

El futuro de la energía japonesa

En el caso de las japonesas, los diseños se basan en detectores sísmicos que, en el caso de que registren unos niveles determinados, sean capaces de activar un sistema que detenga la planta de manera inmediata.
Así lo han determinado las comisiones de investigación que, tras el terremoto de 7,2 de Kobe en el año 1995 y del peor accidente nuclear que ha vivido Japón en su historia, en 1999, cuando una explosión seguida de una fuga en un planta de procesamiento de uranio en la localidad de Tokaimura acabó con la vida de dos operarios y expuso a más de un centenar de habitantes a altos niveles de radiación, se encargaron de examinar la seguridad de las instalaciones nucleares y las directrices de diseño para su construcción.
Pero, pese a todas estas precauciones, lo cierto es que en Japón muchas de ellas están construidas en zonas propensas a padecer terremotos, como es el caso de las afectadas tras el último que ha vivido el país, la de Fukhusima 1, la de Fukhusima 2, o la de Kukui.
Por ello, aunque los defensores de la industria nuclear insisten en la capacidad de los reactores japoneses, los opositores defienden que la amenaza sigue siendo demasiado elevada y ha vuelto a reabrirse un debate silenciado en la década de 1980, cuando Japón puso grandes expectativas en lo nuclear para su desarrollo.
“Lo que ha ocurrido en Japón viene a recordarnos que la energía nuclear es muy peligrosa, aunque se desarrolle en un país avanzadísimo con todas las posibilidades, como es Japón", defiende Carlos Bravo, de Greenpeace.
Con todo, de momento, este accidente nuclear en Japón ha sido clasificado este sábado como menos grave que los desastres nucleares de las centrales Three Mile Island en 1979 y el de Chernóbil en 1986, según ha informado la agencia de seguridad nuclear japonesa.
En concreto, el suceso ha recibido un 4 en la Escala de Evento Nuclear y Radiológico Internacional (INES por su sigla en inglés). mientras que el de Three Mile Island se clasificó con un 5 y el de Chernóbil con un 7 en esta misma escala.

CONSECUENCIAS

¿Qué riesgo existe para la salud la exposición a los niveles de radiación de Fukushima y alrededores?

El 12 de marzo, en la central nuclear de Fukushima se detectó 1 mSV por hora, el día 15 se llegó a un nivel máximo de 400 mSv/h (con 4.000 mSv durante breves minutos) y hoy día 18 de marzo, parce que los niveles han disminuido a 279,4 mSv/h.
Estos niveles de radiación no son en principio letales, pero si los trabajadores de la central nuclear se expusieran durante varias horas o días a estos niveles de radiación (aún con los trajes protectores) podrían empezar a desarrollar envenenamiento por radiación con náuseas, vómitos, etc. e incluso terminar provocando la muerte.
Para evitar eso, se evacuó a todos los trabajadores excepto 50 personas que decidieron quedarse en la central nuclear para refrigerar los reactores más 130 bomberos, técnicos y soldados que se prestaron, más tarde, voluntarios a ayudar.
Estos 180 héroes se enfrentan a una exposición prolongada de radiación que puede provocarles un envenenamiento radiactivo, con un riesgo de muerte difícil de precisar (dependerá del tiempo en el que estén expuestos a la fuente radiactiva, si limitan la exposición a un corto periodo de tiempo pueden trabajar de forma relativamente segura) y, con toda seguridad, incrementará apreciablemente su riesgo de padecer cáncer con los años.
La población inmediatamente más próxima a la central nuclear ya ha sido evacuada, en cuanto a la población más cercana actualmente, que se encuentra a 30 kilómetros de distancia, el Ministro de Ciencia japonés ha comentado que los niveles de radiación allí se encuentran en 0,17 mSV/h.
No son lo suficientemente elevadas como para causar envenenamiento por radiación pero sí para incrementar el riesgo de cáncer en la población de la zona. Aún así, debido a que los niveles de radiación se atenúan considerablemente conforme aumenta la distancia con la central nuclear, es de esperar que los efectos sobre la salud causados más allá de los 30 kilómetros sean imperceptibles o ligeros incrementos en los riesgos de aparición de cáncer a largo plazo.

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